Este año el Seminario está cumpliendo 400 años de historia y queremos celebrarlos junto con vos. Nos gustaría mostrarte quienes somos, como vivimos y que es lo que hacemos. Nuestro sueño es seguir a Jesús, ser sus discípulos y mensajeros. Y porque nos llamó a vivir esta aventura de amor y de entrega es que queremos compartirlo con vos.

¡Ser sacerdote, ser otro Cristo para los demás! Este es nuestro sueño ¿Y el tuyo?
¡Que Dios te bendiga y que tu sueño se haga realidad!

¿Qué es un Seminario?

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El seminario es sobre todo una comunidad educativa en camino: la comunidad promovida por el Obispo para ofrecer, a quien es llamado por el Señor para el servicio apostólico, la posibilidad de revivir la experiencia formativa que el Señor dedicó a los Doce. (…)
La identidad profunda del seminario es ser, a su manera, una continuación en la Iglesia de la íntima comunidad apostólica formada en torno a Jesús, en la escucha de su Palabra, en camino hacia la experiencia de la Pascua, a la espera del don del Espíritu para la misión. Esta identidad constituye el ideal formativo que —en las muy diversas formas y múltiples vicisitudes que como institución humana ha tenido en la historia— estimula al seminario a encontrar su realización concreta, fiel a los valores evangélicos en los que se inspira y capaz de responder a las situaciones y necesidades de los tiempos.*

(…) la relación profunda que une a los apóstoles con Cristo y entre sí; antes de ser enviados a predicar y curar, son llamados «para que estuvieran con él» (Mc 3, 14).

El seminario es, en sí mismo, una experiencia original de la vida de la Iglesia; (…) Los diversos miembros de la comunidad del seminario, reunidos por el Espíritu en una sola fraternidad, colaboran, cada uno según su propio don, al crecimiento de todos en la fe y en la caridad, para que se preparen adecuadamente al sacerdocio y por tanto a prolongar en la Iglesia y en la historia la presencia redentora de Jesucristo, el buen Pastor.*

[*Pastores Dabo Vobis, 60, Juan Pablo II, 1992]

«Vivir en el seminario, escuela del Evangelio, es vivir en el seguimiento de Cristo como los apóstoles; es dejarse educar por Él para el servicio del Padre y de los hombres, bajo la conducción del Espíritu Santo. Más aún, es dejarse configurar con Cristo, buen Pastor, para un mejor servicio sacerdotal en la Iglesia y en el mundo. Formarse para el sacerdocio es aprender a dar una respuesta personal a la pregunta fundamental de Cristo: “¿Me amas?” (Jn 21, 15). Para el futuro sacerdote, la respuesta no puede ser sino el don total de su vida»