«Maestro, ¿dónde vives?». «Vengan y lo verán» les dijo.

(Jn 1, 39)

Al día siguiente estaba allí de nuevo Juan y dos de sus discípulos y fijándose en Jesús que pasaba, dijo: “He aquí el Cordero de Dios”. Los dos discípulos, al oírle hablar así, siguieron a Jesús. Se volvió Jesús y viendo que le seguían, les preguntó: “¿Qué buscan?”. Ellos le dijeron: “Rabbí (que significa Maestro), ¿dónde vives?”. Les respondió: “Vengan y lo verán”. Fueron y vieron dónde vivía, y permanecieron aquel día con él.

Creo que podemos encontrar miles de formas que desarrollen lo que es el seminario o que hacemos allí. Pero viéndonos acá en el día a día, me deja pensando en una sola cosa que nos puede describir y es que somos buscadores de un estilo de vida.

Un buscador es alguien que busca, alguien que decide vivir con los ojos bien abiertos para involucrarse con lo que tiene en frente. Alguien que observa, alguien que no deja pasar la vida. Es una persona inquieta que vive en constante movimiento buscando la manera de acercarse a su razón de ser.

Un dia cualquiera de nuestra historia hubo algo que hizo que una fibra de nuestro corazón se movilizara y quiera buscar algo más allá. Un día cualquiera nuestro corazón empezó a inquietarse y no quiso quedarse en lo chato de nuestro mundo. Un día empezamos a darnos cuenta que todo lo que nos rodea lo encontramos sin haber querido buscarlo. Pero entonces, quisimos buscar, quisimos movernos, vivirla, descubrir, crecer y empezar a llenarnos de cosas que sean plenas. Un día, nuestro corazón sintió algo diferente y que tenía que estar en algún lugar más y simplemente empezamos a andar buscando un camino.

Tenemos la invitación de un llamado concreto que recibimos. Tenemos el llamado de Jesús que nos dice que sigamos sus pasos, que lo busquemos a él y que busquemos con él.